Gota tras gota en una sincronía sinfónica. No se que tiene la lluvia, que sume a todo el mundo en un letargo infinito. Todo se vuelve lento. Todo se vuelve tibio, cercano. Lo que es un fenómeno atmosférico se vuelve un fenómeno de las almas.
Es como si la lluvia hiciera despertar la tierra y a todos los seres vivientes. Suben profundos aromas, la naturaleza se reciente pero se nutre y crece.
Todo se inunda, se desborda por doquier y presenciamos impávidos el espectáculo: este elemento mostrando su poder inquebrantable y perenne.
Y no nos queda más remedio que sucumbir a ese sonido que nos hipnotiza, a ese clima delicioso y acurrucarnos cerrando lentamente nuestros ojos, entregándonos a un sueño bucólico o quien sabe de qué índole...